Considero que los siguientes son los ingredientes para una historia de aventura perfecta
- un viaje
- un lobo
- dormir poco
- algo perdido, se busca, no se sabe qué es
- un pasado nublo, sórdido, incomprensible, que no deja en paz la mente del protagonista
El lobo tiene mente de hombre, no le interesa hablar, es escritor (no se pregunten cómo escribe). Es más alto que un perro pero más bajo que los otros lobos. Es muy delgado, nació en el desierto, Méjico o Tejas.
Llegar a Luisiana le tomo 3 semanas, en la selva durmió cerca de unos cocodrilos inmóviles. En la mañana cazó una ardilla y mientras comía, un cocodrilo joven intento arrebatarle su desayuno pero solo logró dejarle una cicatriz en el hocico.
Se paseó por las calles de Nueva Orleans, todos pensaron que era un perro. Se dejó adoptar por dos semanas por un músico callejero anciano que tocaba la filarmónica. Luego continuó su marcha. En Georgia escucho aullidos como los de sus natal Tejas (o Méjico), recordó a sus amigos muertos. Paso un año en una reserva indígena en donde lo trataron como al más temible de los lobos pues a su llegada se peleó con la más grande de las perras de la reserva y la mordió hasta que cayó al piso, luego se detuvo, no la mató, la perra se recuperó y fue su compañera. Por primera vez probó la carne de venado.
Era primavera y pensó en viajar al sur pero supo que no aguantaría el calor y partió al norte dentro de un camión lleno de trabajadores de la reserva.
Los trabajadores paraban en las ciudades del camino a Canadá, recaudaban fondos y vendían mercancía echa en la reserva. Era otoño y el lobo quedó fascinado con el follaje en las montañas de Vermont. Entre quedarse y seguir decidió quedarse. Descubrió que los animales del área eran tranquilos, apenas cruzaban miradas, hacían el amor en silencio y no se mezclaban con los humanos. Por primera vez probó la carne de langosta.
Pasó el invierno en la casa de verano de algún hombre de empresas. Estaba cómoda, vacía y bien surtida.
Cruzando una pradera de nieve en descongelación recibió un disparo en su pierna derecha. Corrió lo más rápido que pudo a un lago cercano, limpió su herida, nadó a la otra orilla y se echó exhausto al pie de un árbol. Durmió por varios días, comiendo nieve derretida y hierba seca. Un lobo mucho más joven, más alto y más delgado lamió su herida una mañana, le trajo un zorro recién cazado y trató de ayudarlo a levantarse. Pero ya estaba muy débil para comer y levantarse.
La noche antes de morir otros dos lobos jóvenes vinieron a verlo, aullaron a la luna, lamieron su herida, escucharon la historia de su travesía y durmieron a su lado.
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